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lunes, 3 de febrero de 2014
Sobre Brujas. Hechiceras por Mónica Ivulich
Las llamas se elevan, crepita el aire transformado en olores ácidos. Las voces ululan y gorgojan. Los cuerpos se estremecen al son de las llamas, se juntan y se mecen en un círculo compacto alrededor del fuego donde arrojan hierbas y papeles con símbolos poderosos.
En el pueblo hay inquietud, se esparce la sospecha y los ojos miran el suelo, les da miedo el cielo… se recluyen en sus casas.
Detrás del círculo compacto de jóvenes agoreras, las viejas repiten viejos invocaciones e imploran a su señora Aradia, diosa de las brujas hija de Lucifer y su hermana Diana que les entregara el Evangelio de invocaciones. Los ruegos se alzan ininteligibles, arcaicos, desde los cuatro puntos cardinales… hay quienes ven a la diosa Aradia surgir del fuego, desnuda y hermosa entre las llamas. Su cuerpo voluptuoso irradia placer danzando con la sensualidad de las llamas pegadas a su piel. Y ahora es el fuego que danza a su compás.
En el cielo se dibujan signos con luces encantadas y hay amenazas de relámpagos frustrados.
Mi cuerpo se tensa, estira y retuerce. Mi cama parece cabalgar y agitarse sin medida. Me sujeto sin ningún resultado. Los espasmos siguen y se agudizan cuanto más me resisto y grito que NO, que no me molesten, que no me rendiré…
Las paredes parecen relinchar y nadie viene en mi ayuda, pero no he de sucumbir.
De la noche oscura surge Ignatia, adalid del grupo, lanzando polvos y ofrendas al fuego y entonando cánticos que solo ella conoce. Se despoja de sus atavíos y avanza decidida hacia las llamas, abrazándolas primero, meciéndose luego -mientras reza en silencio- al compás de las lenguas de fuego que lamen su cuerpo. Saltando al centro de la hoguera se abrazara a Aradia quien la ilumina con su piel y la envuelve en sus brazos, unidas como un solo cuerpo, en orgasmos desquiciados…
La casa entera gira y el cielo se vuelve gris plomizo, sus estrellas enrojecen y brincan… comienza una lluvia de grillos y ranas que inundan la aldea. El mareo se convierte en náusea. Calambres atenazan mi cuerpo. Aradia brota de entre las sabanas sudadas. Su mirada es penetrante. Mi temblor afiebrado es ahora espasmos de miedo, terror, amor… si… recuerdo cuanto la amo y que le pertenezco. Debo volver a mi familia. Las hechiceras me aguardan. Es el momento de mi coronación.