El análisis profundo de la persona ha señalado en ella cinco dimensiones fundamentales: física, psíquica, afectiva, social y espiritual.
La dimensión espiritual se refiere a aquellos aspectos de la vida humana relacionados con experiencias que trascienden las percepciones de los sentidos. Este aspecto espiritual de la vida puede considerarse como elemento que relaciona al individuo con el mundo, le da un significado y sentido a la existencia y establece un puente común entre las personas. Un sabio proverbio chino dice que “nada sienta mejor al cuerpo que el crecimiento del espíritu”.
La opción de educar espiritualmente a un niño es una tarea fascinante para los padres y los demás puericultores. Así como en el vivir de los padres en el proceso de crianza está la prioridad de atender las necesidades físicas e intelectuales de los niños a medida que avanzan en su proceso de crecimiento y desarrollo; de igual manera, es necesario que promuevan en sus hijos el desarrollo y fortalecimiento de la dimensión espiritual.
Resiliencia y espiritualidad
Se entiende por resiliencia la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas e inclusive ser transformado por ellas. Representa en las condiciones actuales en que se debate la sociedad una alternativa importante que ayuda a salir a sus miembros fortalecidos de la severa encrucijada en que nos encontramos. Hay una estrecha relación entre resiliencia y espiritualidad. La dedicación a una causa tiene una influencia en la orientación de la vida. Lo que uno se propone ser, cambiará lo que es y lo transformará en una persona totalmente distinta.
En la formación espiritual de los niños como en todo el proceso de la crianza, los padres y adultos significativos como modelos, tienen una importancia capital. El ejemplo arrastra y más aun cuando está fundamentado en el ser y en el hacer, más que en el decir. Recuérdese esta profunda afirmación de San Agustín: “Cantemos una nueva canción, pero no con nuestros labios sino con nuestras vidas”.
Como conclusión, todo lo que hagamos por fortalecer el desarrollo de la dimensión espiritual de los niños, redundará en una notoria mejoría de la calidad de vida no sólo de los niños sino también de las personas que tenemos la inmensa fortuna de convivir con ellos.
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