Nuestro tiempo no es el tiempo de antes. Ya no hay tiempo. Si no somos el tiempo, si no somos la tierra, si no vivimos conscientemente, nos perdemos esta humanidad.
Todas las tradiciones hablan del fin de los tiempos.....
Todas las tradiciones hablan del fin de los tiempos.....
Entonces, hablemos del comienzo, porque cada final es sólo un instante para comenzar. Atravesamos todos el portal del corazón, nacemos a nuestra humanidad, descubrimos el alma humana y el cuerpo místico de Cristo como una bella realidad. Todas las razas, ramas de un solo tronco, son iluminados por el mismo sol, un Dios de amor, nutridos por la misma madre, Gaia, la Pacha Mama.
Einstein tenía razón: Dios no juega a los dados con el universo. Hay norte y futuro porque hay sur y pasado. ¿De dónde vienes? Permanece atento y reconoce la dirección de tus huellas, no conducen a otro lugar que a ti . Cuando desde el centro observamos el horizonte, su luz se nos revela. Al observarla la recreamos, la volvemos a crear.
El norte, el sur y el horizonte dependen todos del observador, el que vive en el centro. Allí jamás estamos solos pues, en la perspectiva de una conciencia no local, el universo tiene tantos centros como observadores conscientes de sí.
El plan inscrito en el alma se despliega ante nosotros, cuando nos sentimos parte del plan. No es ajeno a nosotros. Estamos incluidos en él, como la ola en el océano. Hacemos parte de su dirección, al igual que el agua del río es llevada al mar por su cauce. El observador, el alma, nos conecta a la gran cadena de la vida, una cadena a la que todas las cosas están entretejidas.
El plan inscrito en el alma se despliega ante nosotros, cuando nos sentimos parte del plan. No es ajeno a nosotros. Estamos incluidos en él, como la ola en el océano. Hacemos parte de su dirección, al igual que el agua del río es llevada al mar por su cauce. El observador, el alma, nos conecta a la gran cadena de la vida, una cadena a la que todas las cosas están entretejidas.
El viaje más importante de la conciencia no es a Sirio, ni a las Pléyades, ni al centro de la galaxia, es al zodíaco interior del corazón humano. Es también un viaje al corazón de la ciencia, cuyas maravillas no hemos aún sabido incorporar a la vida cotidiana. Una nueva cultura es como un nuevo cultivo. Arrancamos las malezas de raíz, removemos la tierra, sembramos, regamos, dejamos pasar la luz para que despierte la semilla. Que con ese antiguo y siempre renovado arte de los sembradores, podamos sembrar la tierra de nuestro corazón, para que ascendamos al fruto de una cultura más humana.
Entra en ti. El maestro es interno. El Cristo es interior. El Reino de los Cielos está dentro de ti y en ese Reino habita el Rey. Cuando el discípulo está listo aparece el maestro. Su ley es la del silencio y jamás ejercerá su magisterio como una autoridad que viola el logro más sagrado del ser humano: su libre albedrío.
Extractado de una entrevista a Jorge Carvajal Posada
Koldo Aldai
14-Junio-2008
www.fundacionananta.org
Agradecemos al Dr Carvajal y a Cecilia Sampayo
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