L.A.I.A. es una organización sin ánimo de lucro, que busca mejorar la comunidad creando espacios para la expresión y el entendimiento en las distintas ciudades con mayor diversidad étnica y cultural del mundo, creemos en la importancia de la integración para el crecimiento del individuo, la familia y la comunidad; y el Arte y la Cultura son los medios perfectos para lograrlo.

POR GENTILEZA DE UNA GRAN AMIGA Y MEJOR MUJER, MÓNICA IVULICH, ESTAMOS PRESENTANDO L.A.I.A. ARGENTINA, QUE SE ACOPLA , A LAS SEDES QUE ESTAN TRABAJANDO EN LATINOAMÉRICA Y EUROPA
- ( en EEUU CLIKEA EN :http://jurukan.wixsite.com/laia ), O Latin American Intercultural Alliance EN FACE BOOCK, PARA VER LA DE ESPAÑA CLIKEA : Laiaes España Intercultural )





"Cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor de “un fuego”, nacen fuerzas, crecen magias, arden brasas, que gozan, festejan, curan, recomponen, inventan, crean, unen, desunen, entierran, dan vida, rezongan, se conduelen."( Mónica Ivulich)

UNION, TOLERANCIA Y PAZ

AGRADECEMOS A LA SRA. GRABRIELA ARIAS URIBURU POR ACEPTAR EL MADRINAZGO DE ESTA SEDE ARGENTINA!



FUNDADORA DE L.A.I.A. ARG . SRA. MARTA RODRIGUEZ
15-5937-0502

TODAS LAS RAZAS, TODOS LOS CREDOS...

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miércoles, 21 de marzo de 2012

un cachito de cultura...

El sabor de las palabras
El sabor de las palabras - 21.03.2012 - lanacion.com  

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El libro incluye tres ensayos de Orozco; uno sobre Borges, otro "Alrededor de la creación poética" y el más radiante e íntimo, "Anotaciones para una autobiografía", donde aparece su amor por las piedras, la afición a los horóscopos y el clima de Toay, su pueblo natal, de "médanos andariegos, cardos errantes (...) y el viento alucinado". Como agregado visual, la mirada llamarada de Orozco en la tapa, puesta entre sombras por Eduardo Stupía, autor de la maqueta original. © La Nacion. Esta entrega final, antes de partir, conserva el fulgor de su obra poética. No son retaceos de vida, ni alaridos quejumbrosos. Los doce poemas -nuevos para los lectores-, parafraseando a André Gide, son verdaderos alimentos terrestres: "Cuento de invierno" de amenazante clima; "¿Eres tú quien llama?", donde se pregunta: "¿Acaso no encontramos lo perdido oculto en los confusos inventarios del mundo,/ aun en los relatos de las nubes y en los tatuajes de las piedras, sin haberlo buscado?"; o "Himno de alabanza", un canto que clama: "¡Ah, sentidos, mis guardianes insomnes,/ refugios instantáneos en un mundo improbable y sin fondo, como yo!" Cuenta Becciú que "antes de ingresar en la clínica, en mayo de 1999 [año de la muerte de Orozco], Olga dejó bien a la vista, sobre su mesa de trabajo, en el cuartito más retirado de su departamento, dos carpetas caratuladas A y B y siete hojas con poemas mecanografiados y rubricados, abrochadas a un cartulina en cuyo dorso, escrita de su puño y letra, había una lista de doce títulos de poemas. La carpeta A contenía todos los poemas de la lista en proceso de escritura, y la B los agrupaba mecanografiados y firmados por ella, como dándolos por terminado. En la hoja que abría la carpeta A había escrito, a modo de título, Ultimos poemas". El volumen recién editado de su Poesía completa , en Adriana Hidalgo Editora, de 480 páginas, bajo el cuidado de Ana Becciú y con un exhaustivo prólogo de Tamara Kamenszain, me remite a esas tardes inolvidables, a la voz grave y arrulladora con la que leía sus poemas. Quisiera festejar entonces que sus once libros de poesía -deslizados algunos títulos al comienzo de este artículo- aparezcan reunidos, con el feliz agregado de su libro póstumo, Ultimos poemas . La chef en cuestión era Olga Orozco. Y me remito a su cocina, porque allí la conocí -recién galardonada del Premio Juan Rulfo-, mientras preparaba una sopa de aroma tan casero que daban ganas de quedarse para siempre. Finalmente, destapaba la olla y convidaba su preparación de poemas exquisitos.
   eRA una mujer que cocinaba con palabras. Obtenía un sabor intenso, entre lacónico y picante. La cocción debía ser lenta, con distintas especias y etimologías. Le ponía un poco de "noche", otro de "pájaros y lobos", de "niñas", todo revuelto "a la deriva" extrayendo el jugo "peligroso" de las nubes en "el revés del cielo". Luego, con su boca, tan de este mundo, probaba sus platos como si fueran "mutaciones de la realidad". Le apetecían tibios, como las orejas de los gatos.

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