Cuando tenemos un mal día parece que explotamos por cualquier cosa. Nos molesta todo, nos irritan pequeñeces, nos fastidian cosas que normalmente toleramos o nos son neutrales, etc. Esos días muchas veces estamos de peor humor, nos enfadamos, gruñimos, quizás pegamos algún grito, y es que el cuerpo necesita proporcionar una vía de escape a la energía que se acumula en nosotros y a las emociones que se despiertan y, que muchas veces, o las soltamos, o nos convertimos en una bomba de relojería andante.
Normalmente la vía de escape mas corriente es el chakra de la garganta, que se refleja en nuestras quejas, gruñidos, gritos o discusiones. Es sano dejar salir todo lo que llevamos dentro, pues de lo contrario se acumula en nosotros, pero no es necesario que nuestro entorno sea el receptor de esas emociones altamente cargadas y que reciban por algo que no han provocado.
Causantes de nuestros propios enfados
Muchas veces la causa de nuestras propias emociones negativas somos nosotros mismos. No es que nuestro jefe nos haya echado la bronca, que nuestro niño llore sin parar y no te deje ni un minuto de descanso, que en el trabajo todo sea un agobio, que llueva a cantaros y no puedes salir a pasear, etc. La mayoría de las veces, el problema es que, sin saberlo, estamos enfadados con nosotros mismos por no haber plantado cara, por no haber dicho o hecho esto o lo otro, por no haber sabido reaccionar de la manera que queríamos, o por no haber sido previsores. El mundo de fuera está ahí para recordarnos como estamos nosotros por dentro, y nuestras frustraciones y emociones negativas están muchas mas veces provocadas por algo que llevamos en nuestro interior, que por una causa externa.
Lidiar con las emociones
Como digo, es sano dejar salir esa energía que brota en nuestro interior haciéndonos sentir a punto de estallar, pero como toda energía, se puede manejar y gestionar de muchas formas. Lo que vamos a intentar no es suprimir y reprimir esa emoción, pues eso la manda al fondo de nuestro baúl interior, donde enterramos todo lo que no nos gusta y queremos evitar, creando una peligrosa caja de pandora que puede traernos consecuencias desagradables en el futuro.
Lo que podemos hacer es simplemente usar esa energía para otros propósitos. Imagínate que estás a punto de soltar cuatro gritos porque ya estás harto de la situación en tu trabajo (o en tu casa, o donde sea). Sea cual sea la causa de ese malestar (analiza si no eres tu, como hemos dicho antes) cuando notes esa rabia o enfado subiendo hacia tu cuello (las emociones se originan en el plexo solar) enfócate en ella, y en vez de soltarla, mándala hacia arriba, hacia tu chakra de la coronilla, e imagina que sale hacia el universo y te liberas de ella. O mejor aun, mándala hacia la Tierra, hacia el planeta, a través del chakra base, porque Gaia, la madre tierra, tiene el poder de sencillamente transmutar tu energía negativa en energía pura, que le hará bien.
O si no, puedes conscientemente coger la energía y distribuirla por todo tu cuerpo, imaginando que la potencia que esa emoción trae consigo va a servir para romper bloqueos existentes en los chakras u otras partes del cuerpo. Visualiza como esa energía entra con fuerza en tus células y deshace todo tipo de “atascos”, mientras se distribuye y transmuta en un tipo de energía positiva.
Actúa rápido
Se tarda solo un instante en notar esa emoción saliendo de tu pecho y subiendo hacia tu garganta buscando un punto de salida, así que tienes que actuar rápido, anclarte mentalmente en esa energía y moverla con la mente, de lo contrario te volverás a ver pegando gritos, enfadado o irritado. El proceso es casi mágico, pues una emoción tan intensa tiene mucho potencial para hacer bien si está bien usada, sea que la dirijas a tu propio cuerpo y la distribuyas, sea que la envíes hacia la Tierra para que sea transmutada allí. Recuérdalo la siguiente vez que estés a punto de estallar. Notarás el cambio